Recuperación: aprovechar el poder de la fe

En recuperación, el énfasis suele estar en el proceso, los pasos, el entorno y la ejecución. La idea de creer no recibe tanta atención. Ahí es donde comienza la curación. No solo eso, sino que también le indica el éxito de cada tratamiento o intervención.
Puede tener la mejor red de apoyo, herramientas y modalidades para ayudarlo a recuperarse, pero sin la creencia fundamental de que las cosas será mejorar, a menudo no. O al menos irán a un ritmo mucho más lento de lo que deberían.
Esto solo sirve para ilustrar el poder y el potencial de la mente humana. Si creemos firmemente en un resultado, podemos manifestarlo.
Desafortunadamente, mucho de esto aún no ha entrado ampliamente en la conciencia de la corriente principal. Estos estándares siempre se dan por sentados, se tratan más como una rareza o anomalía sin ninguna consideración adicional, y se consideran demasiado marginales para tener un valor científico.
Sin embargo, ha habido una tendencia creciente en los últimos diez años hacia la exploración de este fenómeno con un enfoque más profundo, intentando definir cuáles son las mecánicas de la fe y por qué tiene el impacto que tiene.
Es este encuentro de ciencia y espiritualidad el que ofrece la prueba más tangible de nuestro potencial humano sin recurrir al tipo de reflejo de fe que crea aún más escépticos.
El trabajo del Dr. Robert Lipton en “La biología de las creencias” ha sido revolucionario en este sentido, ya que abrió el campo con su estudio de la epigenética. Al hacerlo, desafía la idea de que nuestro cuerpo está gobernado por nuestro ADN, lo que sugiere que, de hecho, es nuestra conciencia la que informa mucho sobre nuestras funciones genéticas.
“Nuestras emociones son el lenguaje del subconsciente”, postula.
Sin embargo, existen algunos ejemplos reales de la mente sobre el tema a los que podemos referirnos sin tener que tomar del trabajo del Dr. Lipton. Tomemos a los que caminan sobre las brasas sin dañarlos, a los artistas marciales que rompen los ladrillos con las manos y a los monjes que elevan la temperatura corporal para mantenerse calientes en la larga caminata por el Himalaya.
Todos estos hechos deben ser imposibles, según el “sentido común”. Sin embargo, son ampliamente aceptadas y están bien documentadas, lo que respalda la idea de que podemos hacer, o superar todo lo que nos propongamos, siempre que haya suficiente convicción.
Llamalo como quieras; fuerza de voluntad, intencionalidad, conciencia, creencia. Todas son palabras que se refieren a una misma acción: la aplicación consciente de nuestra mente para lograr el resultado deseado.
Ese es el poder de creer; su alcance va más allá de los confines de cada búsqueda. Es una herramienta poderosa para la manifestación, limitada solo por su imaginación, y se puede aplicar fácilmente a la salud, la riqueza y el éxito.
Sin embargo, para aprovechar al máximo su potencial, debe ser consciente de que el concepto no se limita a su proceso mental; eso es lo mucho que piensas acción.
Es el pensamiento y hazlo.
Tener fe no es solo el pensamiento en sí. Se puede representar, afirmar y reafirmar hablándoles en voz alta, escribiéndoles y rodeándolos de personas que nos reflejen nuestras creencias.
Todos tenemos la voluntad creativa de conseguir lo que queremos, siempre que creamos que es verdad. Por lo tanto, en el contexto de la recuperación de lo que parece ser una enfermedad mental crónica, un trauma u otras condiciones “intratables”, tener la creencia no es el acto desesperado que debe ser.
El poder de creer es, de hecho, nuestra mayor herramienta.